Un guerrero sabe distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo.
En una guerra, la capacidad de sorprender al adversario es la clave de la victoria.
Los demás no creen en su propia capacidad, pero viven pregonando a los cuatro vientos sus virtudes.
Nunca se deja impresionar por las apariencias y permanece en silencio cuando intentan presionarlo.
Más de una vez perdió su tiempo luchando por causa de una mentira y sufrió por personas que no estaban a la altura de su amor.
Él sabe de lo que es capaz, no necesita andar por el mundo contando sus cualidades y virtudes. Sin embargo, a cada momento aparece alguien queriendo probar que es mejor que él.
No me arrepiento de los problemas en los que me metí, porque fueron ellos los que condujeron hasta aquí.
Para tener fe en su propio camino no necesita probar que el camino del otro está equivocado.
Él da lo mejor de sí, espera lo mejor de los otros y procura mostrar a todos los demás, con generosidad, de cuánto son capaces.
Un guerrero de la luz no permanece indiferente ante la injusticia. Sabe que cada acción individual afecta a todos los hombres del planeta.
El guerrero sabe que ningún hombre es una isla, que no puede luchar solo; sea cual fuere su plan, depende de otras personas.
Un guerrero de la luz no anda con quien quiere hacerle mal.
La derrota forma parte de la batalla.
El dolor de ayer es la fuerza del guerrero de la luz.
Jamás lucha con quien no merece el honor del combate.
A veces, el guerrero de la luz vive una vida que no quiere, en la que está obligado a hacer todo lo que no quiere, luchar por ideas en las que no cree. Pero nunca abandona la idea de conseguir sus sueños.
Él rara vez comenta sus planes, porque cada vez que habla de un sueño, usa un poco de la energía de ese sueño para expresarse. Y de tanto hablar, corre el riesgo de gastar toda la energía necesaria para actuar.
Acepta la derrota como una derrota, sin intentar transformarla en victoria.
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