jueves, 4 de agosto de 2016

Confesiones de una máscara (Yukio Mishima, 1948)





Yukio Mishima (三島由紀夫 Mishima Yukio?), cuyo verdadero nombre era Kimitake Hiraoka (平岡公威?) (Tokio, 14 de enero de 1925 - ibídem, 25 de noviembre de 1970), fue un novelista, ensayista y dramaturgo japonés, considerado uno de los más grandes escritores de la historia del Japón.
La muerte de Mishima ha estado siempre rodeada de mucha especulación. Cuando se realizó el harakiri acababa de terminar el libro final de su tetralogía El mar de la fertilidad (compuesta por las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel —esta última editada póstumamente, ya que el mismo día de su muerte se la envió a su editor— que constituye una especie de testamento ideológico del autor, que se rebelaba contra una sociedad sumida en la decadencia espiritual y moral. Fue reconocido como uno de los más importantes estilistas del lenguaje japonés de posguerra. Unas frases del libro:

- La segunda fuerza –que buscaba de manera más profunda, más intensa, la total desintegración de mi equilibrio interior- consistía en una ineludible tendencia al suicidio.
- Me di cuenta de que deseaba caminar de aquel modo con Omi hasta el fin del mundo.
- Parecía que aún no me hubiera dado cuenta de que aquello que me asqueaba era mi verdadera forma de ser, formaba parte de mi verdadera vida.
- Incluso me estremecía de placer, de un extraño placer, al pensar en mi propia muerte.
- Un muchacho un tanto reservado, debido quizá a ser propenso a la introspección, excesivamente propenso; un muchacho que se ruborizaba por cualquier cosa y que, careciendo de la confianza surgida de contar con la apostura precisa para gustar a las muchachas, se sentía forzosamente inducido a refugiarse en los libros.
- Sonoko estaba dotada de aquella resplandeciente grandeza del alma que es prerrogativa de la belleza.
- Y esa pena proclamaba que todas las palabras que yo había pronunciado, todos los actos que había realizado aquel día, no eran más que falsedades.
- Comencé a hablar conmigo mismo: es verdad, en el mundo existe una cosa llamada matrimonio… Y también hay hijos.
- Las personalidades románticas están penetradas de una sutil desconfianza hacia el racionalismo, y eso conduce, a menudo, a ese acto inmoral que se llama soñar despierto.
- Constantemente se  producía esa curiosa contradicción entre mi placer intelectual y mis emociones.
- Aquella noche, cuando estuve ya en la casa de los suburbios, pensé seriamente, por primera vez en mi vida, en suicidarme.
- Sin embargo, mientras leía una y otra vez la carta de Kusano, una leve y extraña sonrisa comenzó a cosquillearme los labios y, por fin, nació en mí un sentimiento de superioridad absolutamente normal.
- La medida del poder de una mujer es el grado de sufrimiento con el que puede castigar a quien la ama…
- Contemplé aquellos blancos muslos con la misma tranquilidad con que hubiera contemplado una porción de materia inanimada.
- Yo quería tener pruebas de que Sonoko había sufrido, por lo menos un poco, en aquella ocasión.
- En ese instante algo en mi interior fue rasgado con una fuerza brutal.

lunes, 1 de agosto de 2016

La senda del perdedor (Charles Bukowski. 1982)




* Fallaba la mayoría de las veces; pero ellos siempre recordarían aquel golpe, y aunque me siguieran odiando, era una clase mejor de odio, como si no estuvieran muy seguros de por qué.
* Estaba con ella; no estaba muy seguro de lo que había que hacer, pero me daba cuenta de que había algo más.
* Venían de un barrio rico, no sabían lo que significaba luchar por recuperarse.
* Esta cosa de follar estaba bien; le daba a la gente cosas extras en las que pensar.
* Todo lo que necesitaba una persona era una oportunidad.
* Las paredes eran hermosas, la bañera era hermosa, el lavabo y la cortina de la ducha eran hermosos, hasta el wáter era hermoso. Mi padre se había ido.
* Me levanté y salí. Empecé a caminar hacia casa. Así que eso era lo que querían: mentiras. Mentiras maravillosas.
* Mi padre me compró un traje de indio con arco y flechas cuando todos los demás chicos tenían trajes de cow-boy.
* El saber que no tenía el valor de hacer lo que era necesario me hacía sentir horriblemente.
* Cuando se es malo no se pretende serlo, sólo se es.
* Estoy seguro de que ninguno de los chicos oía una palabra de lo que decía. Esas piernas… Era casi como si ahí arriba no hubiera un coño sino algo muchísimo mejor.
* Me golpeó de nuevo. Pero las lágrimas no se produjeron. Mis ojos estaban secos. Pensé en matarle.
* Le observé y vi pliegues de carne bajo su barbilla y en torno al cuello. Vi tristes arrugas y surcos. Sus ojos ya no poseían fiereza, sino que parecían vacuos y evitaban los míos. Algo había ocurrido. Las toallas del baño lo sabían. La cortina lo sabía, el espejo lo sabía, la bañera y el retrete lo sabían. Él lo sabía. Mi padre se giró y salió por la puerta. Era mi última paliza.
* Las chicas eran inaccesibles para mí. Tan sólo andar por la calle al atardecer con alguna, hablando de todo y de nada, creo que me hubiera hecho sentirme muy bien.
* Experimentaban con los pobres y, si funcionaba, utilizaban el tratamiento con los ricos.
* Pensé en masturbarme para volver a la realidad.
* Cuando la verdad de alguien es la misma que la tuya y parece que la está contando para ti… eso es fantástico.
* Nunca había modo de que yo me acoplase a la gente.
* La tierra entera no era nada más que bocas y culos devorando y cagando. Y follando.
* Las cosas eran divertidas, no tenían que contenerse. No tenía sentido vivir estructurando las cosas. D. H. Lawrence lo sabía, el viejo D. H. Lawrence había llegado a saber algo.
* Ellos eran felices, pero a pesar de sus cuerpos y mentes aterciopelados y vírgenes, se perdían algo de la vida porque no habían sido puestos a prueba aún.
* Yo había leído muchos libros, pero él había leído uno que yo no conocía, uno en el que ponía como tratar a las chicas.
* Su cabezota no albergaba más que retazos de pensamiento.
* Entonces lo dije, no sé de dónde me salieron las palabras pero lo dije.
* Era muy triste pensar que alguien se había suicidado por eso (contemplando su coño)
* Coge la familia, mézclala con Dios y la Nación, añade diez horas de trabajo diario, y ya tienes todo lo que necesitas.
* Para ellos el bienestar económico significaba victoria, y la victoria era la única realidad.
* Les odié. Odié su belleza, su juventud sin problemas, y mientras los observaba danzar a través de los remansos de luz mágicamente coloreada, abrazándose entre ellos, sintiéndose tan bien, como niños inmaculados en gracia temporal, los odié porque tenían algo que yo aún desconocía: Algún día seré tan feliz como cualquiera de vosotros, ya lo veréis.
* Lo que yo quería era vivir en una cueva. Cualquier cosa que evitara que me ahogase en esta existencia monótona y cobarde.
* Las noticias viajan velozmente en los lugares donde nunca pasa nada.
* Recordé lo que Iván había dicho en los hermanos Karamazov: ¿Quién no desea asesinar a su padre?
* Hitler estaba actuando en Europa y creando trabajo para los parados.
* No me interesa la historia del mundo, sólo la mía.
* Los pobres tenían derecho a follar para abrirse camino entre sus pesadillas.
* Sexo y alcohol, quizás un poco de amor, eso era todo lo que tenían.