lunes, 27 de julio de 2020

Escuela de fantasía (Gianni Rodari, 2017)




  • Lo que aprenden los niños en el colegio es una centésima parte de lo que aprenden de sus padres.

  • No podemos educar a los niños de hoy, que crecen en el mundo de hoy, como los niños que fuimos en un mundo infinitamente distinto.

  • La educación no puede describirse como un modelo que hay que alcanzar y luego ir repitiendo para siempre.

  • Padres y maestros solo son útiles si están dispuestos a renovarse constantemente.

  • Apostar por el niño exige atención, entrega; empeño constante de ser, para él, las cien cosas que necesita: el compañero de crecimiento, de juegos y de descubrimientos, el animador, el experto, el poder cuando es necesario, el adulto que lo estimula y que le revela nuevos horizontes y direcciones hacia las que avanzar.

  • Un programa educativo debería ser una lista de cosas que tenemos que hacer para resultarles útiles a los niños.

  • Los niños no deberían hacer nada por obligación, para complacernos, porque nos quieran o porque nos tengan miedo.

  • La idea de que la escuela debe servir para enseñar a los niños lo que es el esfuerzo, es la excusa de quien quiere evitar todo cambio.

  • Si el proyecto es suyo [de los niños], si nace de ellos, con ellos, el esfuerzo no los amedrenta e incluso se presentan voluntarios para trabajar.

  • El niño utiliza el mundo con libertad para sus objetivos infantiles, por lo que no hay que atribuirle las intenciones o los intereses del adulto.

  • Hay que responder siempre a sus preguntas, pero también hay que respetar al niño que hay en el niño; no exponerlo con brusquedad y sin preparación a emociones y descubrimientos que puedan sacudir el delicado sistema de su equilibrio.

  • Nunca debemos abusar de nuestra posición de superioridad como adultos ni de nuestra autoridad como padres o maestros para imponer nuestras ideas, nuestras posturas o nuestras pasiones.

  • Si se quiere que el niño tenga una actitud abierta, si se quiere enriquecer su mente y no reducirla a esquemas, el método siempre tiene que ser el más democrático posible en todas partes.

  • Habría que afirmar otros valores como la colaboración, la solidaridad, el placer de trabajar juntos, la actitud de búsqueda abierta a todos los aspectos de la realidad y la mentalidad científica.

  • La escuela debe enseñar a los niños a mirar y a criticar el mundo sin prejuicios.

  • Sé que sufrirás porque no quieres que nadie sufra; sé que llorarás porque no quieres hacer llorar.

  • La lectura, o es un momento de vida, un momento libre, pleno, desinteresado, o no es nada.

  • En el momento de la creación, no cuenta nada más que la imagen que nace de la fantasía y se desarrolla en plena libertad, en la libertad creativa más absoluta.

  • Es cierto que Edipo mató a su padre, pero también es cierto que antes su padre había tratado de matarlo a él.

  • Es cierto que enfadarse o dar una bofetada a un hijo no es un filicidio, pero sigue suponiendo un uso de la fuerza, del poder. Podéis llamarlo autoridad, principio educativo, rigor o tradición, pero en esencia se trata de un uso de la fuerza con todas las letras.

  • ¿Por qué el colegio para ser serio tiene que ser aburrido?

  • No regañes al niño por ver demasiado la tele o pasar mucho tiempo frente a pantallas. Los niños preferirían ser jugadores antes que espectadores si las viviendas, los colegios, los barrios y las ciudades estuvieran adaptadas al juego.

  • Hay personas a las que socialmente se les permite seguir jugando toda la vida; se trata de los poetas, los artistas, los científicos y los inventores.

  • El juego es un fin en sí mismo.

  • No existe la alegría del trabajo en sí. Existe la alegría del proyecto -sobretodo si es tuyo- y la del trabajo para culminar ese proyecto. Esto no pasa en nuestro mundo, y eso significa que nuestro mundo no está bien hecho.

  • El proyectar algo es un trabajo que contiene y desarrolla muchos elementos del juego creativo (inteligencia, voluntad, memoria e imaginación).

  • Se llama inadaptados a los niños que no se comprometen ni se amoldan a la única línea de socialización que le imponemos como sociedad, con los fines que ésta defiende. Esos niños serán siempre infelices.

  • Esa misma infelicidad la sufren los adultos que en su vida deben utilizar únicamente una parte de su personalidad, ya que la creatividad no sirve para los objetivos de la sociedad.

  • El diálogo entre padres e hijos solo existe si parte del hecho de asumir que los hijos comprenden lo que decimos.

  • Al niño hay que hacerlo reír. Es lo más importante. El diálogo es reír juntos. La risa va más allá de la protección y la seguridad. Reíd con él. Será vuestro de por vida. Divertíos con él, divertidlo. Llegad al estímulo de la carcajada, sin sentido ni medida ni control. Ahí está la vida.

  • Hay que haber reído con niños más allá de todo equilibrio para que ese equilibrio sea una vuelta reposada, una sensación apaciguadora.

  • No podemos pretender imponer nuestra experiencia a la de nuestros hijos. Pero sí podemos ayudarlos a sacar partido de sus experiencias.

  • En las relaciones entre padres e hijos, al igual que las que existen entre la escuela y los jóvenes, no sale nada bueno de la autoridad. La autoridad debe ser reemplazada por la solidaridad y el respeto.

  • El agarrarse al pasado, a los métodos del pasado, es una nostalgia clasista, un simple efecto secundario del envejecimiento, una añoranza de la juventud de quien se lamenta. Si quieres entender a tus hijos, estar de su parte, aspirar a ayudarlos, no debes alimentar nostalgias de este tipo.

  • La base de la escuela primaria no puede ser la memoria y la atención; hay que hacer que sean centrales la creatividad y la imaginación.

  • La fantasía creadora, la imaginación productiva, no es un privilegio de algunas personas nacidas con un talento especial. Todos lo tienen, pero hay que desarrollar esa capacidad.

  • No tenemos que darles a los niños cantidades ingentes de conocimientos, sino instrumentos para investigar, para crear, para llevar la búsqueda hasta donde puedan. Nosotros debemos ayudarles a afinar esos instrumentos.

  • Hablar para preguntar es tan importante como hablar para contestar.

  • No podemos dejar que la diversión pase a un segundo plano; el juego es tan importante como las demás actividades, y está unido a ellas.

  • Los cuentos sirven porque no ponen en marcha una válvula que eluda la personalidad. Implican toda la personalidad... y el pensamiento lógico y la capacidad de observación de la realidad, por lo que conducen a la realidad, no a salir de ella.

  • El hombre completo debe ser también creador.

  • La fantasía es una dimensión de la realidad humana. Mediante ella se puede entrar en el corazón de lo real tan a fondo como mediante la ciencia.

  • Los cuentos representan la realidad desde un punto de vista particular y libérrimo.

  • La capacidad de generar hipótesis es fruto de la imaginación aplicada al estudio de la realidad.

  • El científico tiene que saber imaginar, como mínimo, en la misma medida que debe saber medir y clasificar.

  • Meterse en una caja es, para ellos [los niños], regresar al vientre materno.

  • Mis primeros libros no nacieron en un despacho, sino en una casa llena de estímulos y en contacto directo con la realidad, con plena libertad para utilizar la fantasía.

  • Los niños no son seres humanos de serie B, son seres humanos iguales a nosotros; pero durante siglos y milenios han crecido separados, sin derechos, desconocidos.

  • Las secciones más importantes de las librerías son: cuentos, aventuras y divulgación científica.


miércoles, 15 de julio de 2020

Crónicas del confinamiento


(Entrevista realizada para el programa Longitud de Onda de radio clásica-radio nacional de España con Fernándo Blázquez y Lídia Cossio)


Bueno, yo en primer lugar tengo que decir que en todo este periodo, no he parado de trabajar, puesto que la Fundación Pública de Medicina Xenómica, al dar asistencia al Sistema Gallego de Salud, fue considerado un servicio esencial, entonces eso, en cierta manera, hizo que no notase tanto el cambio.

Pero por otra parte, implementamos el teletrabajo, y eso sí fue algo significativamente positivo en mi vida y mi psicología. Se podría decir que a mí el coronavirus -dentro de la tragedia que ocasionó y siempre sin perder la perspectiva de la crisis sanitaria-,  aunque pueda parecer una paradoja, me trajo VIDA, pero vida en mayúsculas, la de verdad, la biológica.

Esa vida que me había robado el sistema laboral y que hacía que dejase a mis hijos en cama a las nueve de la noche y ya no los volviese a ver hasta las siete de la tarde del día siguiente; la vida de estar con tu familia, con tu pareja, con tus hijos, de comer con ellos todos los días, de jugar con ellos mucho más, y de educarlos, ya no solo como seres humanos, sino también desde el punto de vista académico; y también, por supuesto,la vida de estar a solas conmigo mismo, de reflexionar, de pensar, de leer y de escuchar.

Y todo eso, en mi caso, añadió VIDA a los años.

Por eso espero que, si se quiere progresar y prosperar como sociedad, una de las cosas que tienen que pasar a primera línea de la agenda política -además de la ciencia y la sanidad por razones obvias- es la importancia de la conciliación familiar y laboral. Porque es un tema nuclear en toda sociedad que se jacte de serlo.

Si no son capaces de entenderlo, que pidan ayuda a los expertos, pero la conciliación es clave en el progreso social a muchos niveles, desde el psicológico e individual hasta al económico global, estando todos ellos imbricados,.

El bienestar psicológico individual, repercute por ejemplo en el rendimiento y la creatividad, y estos en la economía de la sociedad. Por no hablar de los “beneficios” más directos que aporta la conciliación: el del aumento de la natalidad, y el de la calidad de esta nuevas vidas infantiles. Porque los que tenemos hijos, queremos estar con ellos, pero los niños también quieren estar con sus padres, es más, desde un punto de vista biológico, ellos necesitan estar tiempo con sus padres para su correcto neurodesarrollo emocional e intelectual.

Y para “los buenos gestores” y “los analistas”: este bienestar psicológico infantil también repercutirá en un beneficio futuro para la sociedad. Es vital que lo vean nuestros dirigentes.

En nuestra mano está si nos queremos parecer a EEUU o a Noruega. Yo lo tengo claro, y espero que nuestros políticos también. El coronavirus nos ha mostrado nítidamente lo que es importante y lo que es posible, ahora solo hay que tener voluntad para hacerlo realidad.