sábado, 25 de agosto de 2018

Sobre la tiranía (Timothy Snyder, 2017)



- La desigualdad conlleva inestabilidad. Aristóteles
- Los demagogos se aprovechan de la libertad de expresión para convertirse en tiranos.
- Tanto el fascismo como el comunismo fueron reacciones a la globalización, a las desigualdades reales o imaginarias que creaban, y a la aparente impotencia de las democracias para afrontarlas.
- Cuando los partidos tienen demasiado control, temen a la democracia, por lo que intentarán debilitarla.
- Muchos de los que mataban (en el nazismo) lo hacían por miedo a llamar la atención.
- Cualquier buena novela aviva nuestra capacidad de pensar sobre las situaciones ambiguas y juzgar las intenciones de los demás.
- Harry potter y las reliquias de la muerte, sobre la tiranía y la resistencia.
- Te sometes a la tiranía cuando renuncias a la diferencia entre lo que quieres oír y lo que oyes realmente.
- Una vez que la verdad se vuelve oracular en vez de fáctica, las pruebas resultan irrelevantes.
- La posverdad es el prefascismo.
- Un individuo que investiga es un ciudadano que construye.
- El líder al que no le gustan los investigadores es un tirano en potencia.
- El fundamento del "sistema" es la vida en la mentira. Havel
- Cuando intentan acostumbrarnos a sacrificar la libertad en nombre de la seguridad, tenemos que ponernos en guardia.
- Cuando los tiranos hablan de extremistas solo quieren decir personas que no forman parte de la corriente mayoritaria defendida por ellos mismos.
- No existe ninguna doctrina llamada extremismo.
- Cuando se produce un ataque terrorista (o cualquier otra catástrofe), los tiranos aprovechan esos sucesos para consolidad su poder.
- Es posible organizar protestas a través de las redes sociales, pero nada es real hasta que no acaba en las calles.
- Si los tiranos no sienten las consecuencias de sus actos en el mundo tridimensional, nada cambiará.

American Beauty: La sociedad destroza al ser humano


(Toda la crítica es un spoiler)

American Beauty (American Beauty. Sam Mendes, 1999. EEUU) es, ante todo, un profundo y desgarrador drama; y esto tan sólo por presentarnos de una manera clara y sin filtros embaucadores, nuestra actual realidad social. Por mostrarnos como nos va la vida, y como nos irá en un futuro inminente. (El futuro que ya es ahora, y que se confirma que no va bien.)
La película de un primerizo, aunque ahora consagrado, Sam Mendes, nos muestra tristemente que ser feliz en esta tan bonita y moderna sociedad actual -entendiendo felicidad el bienestar psicológico y la estabilidad emocional, la auténtica y pura realización de la esencia del ser humano, la entera libertad, la entera satisfacción de tus sueños, y la entera separación de las corruptas necesidades creadas por el capitalismo- es imposible. Y es imposible porque no podemos estar VIVOS y estar al margen de todo esto.
Podemos darnos cuenta, podemos saberlo y aborrecerlo, pero tarde o temprano, seremos absorbidos por el sistema, caeremos otra vez en la trampa de esta sociedad del consumismo y del "parecer y tener antes que el ser", y volveremos a ser los modernos y eternos esclavos que somos.
Según la obra de Mendes, la única solución que poseemos es que, una vez conseguida la felicidad, una vez desconectado el sistema, una vez que te has parado a pensar y a contemplar lo bonito del paisaje, lo bonito de estar vivo y lo bonito de vivir; y lo hayas entendido e integrado todo perfectamente, simplemente te vayas, metafórica o físicamente, siendo la muerte la más radical de las partidas, que es la que se nos muestra en la película como la salida que encuentra su protagonista. La muerte como redención, la muerte como única solución, la muerte como culminación de la felicidad. (¡!)
Lo curioso es que, por paradójico y estúpido que esto pueda parecer, es la pura y pulcra verdad. La potencia succionadora de esta sociedad alienante es infinitamente fuerte e inevitable. Capaz de destrozar el más sólido de los cerebros de pensamiento independiente.
Cuando aún no has entrado en el juego, como el joven protagonista de la historia, que a la postre es el único personaje realmente vivo de la película, puedes resistirte a caer. De esta manera lograrás divisar el hermoso mundo que hay detrás de la inmensa cortina de humo, lograr creer en el amor como motor de la humanidad, y fascinarte ante cada minuto de esta vida. (No por casualidad lo muestra Mendes visionando la realidad a través de una cámara pantalla-, como un outsider, fuera del mundo, siendo espectador, no partícipe.)
Pero lo verdaderamente deprimente es que sentimos la certeza de que, incluso este poderoso personaje, acabará cayendo tarde o temprano en las redes del inflamado y engañosamente coloreado barco de la sociedad del consumo.
Incluso este visionario de nuestro tiempo, este súperhombre de Nietzsche en el que cada persona que ha visto el film ha depositado todas sus esperanzas, acabará corrompido por el juego, acabará derrotado y enfermo, acabará siendo un pobre engranaje más de la gran máquina. Cuando las fuerzas le flaqueen, cuando le agoten la gasolina de la vida, cuando lo empujen y arrinconen hacia los malos tiempos, ahí estará el incansable cazador, ofreciéndole los suculentos y plastificados manjares del capitalismo para que se le atrofien y droguen y seden y sangren los sentidos. Para que no pueda ver más, para que se le seque la capacidad de amar, la costumbre de soñar.
Sólo en un mundo egoísta, desalmado y animalizado como el nuestro -¿un mundo feliz? - se puede producir esta horrible paradoja de que la única manera de estar vivo, es morir.


lunes, 20 de agosto de 2018

La llegada (Denis Villeneuve, 2016)


Presente=Pasado=Futuro

(Toda la crítica es spoiler)
Antes de que aprendiera a pensar en heptápodo B, mis recuerdos crecían como una columna de ceniza de cigarrillo dejada por la franja infinitesimal de combustión que era mi consciencia, que marcaba el presente secuencial. Después de aprender heptápodo B, nuevos recuerdos aparecieron como bloques gigantes, cada uno abarcando años enteros, y aunque no llegaron en orden ni aterrizaron uno junto al otro, pronto compusieron un periodo de cinco décadas. Es el periodo durante el que conozco lo suficiente el heptápodo B para pensar en él, comenzando con mis entrevistas con los heptápodos y terminando con mi muerte. La historia de tu vida (Ted Chiang, 1998)
En el magistral relato de Ted Chiang en el que está basado "La llegada" (Denis Villeneuve, 2016), el escritor lleva a cabo un juego con los tiempos verbales para, de un párrafo a otro, cambiar de presente, a futuro, y a pasado, con gran sencillez y efectismo, dejándonos claro desde el principio que hay una ruptura en el planteamiento temporal del relato.
En La llegada se respeta gran parte de lo escrito por Chiang, pero es en la forma de poner en imágenes esa ruptura del tiempo, en la que se muestra la genialidad de Villeneuve. El director es capaz de transmitirnos esa idea de una manera muy suave y fluida, sin emborronar nuestro entendimiento de la película, y sin que lleguemos al final con la sensación, como se produce en otras cintas, de no haber entendido nada.
Es esa perfecta coordinación de los planos del presente, pasado y futuro, la que nos hace meternos de lleno en la nueva comprensión del tiempo que tiene Louise (Amy Adams) -la lingüista protagonista de la historia- y ser partícipes de ella. A pesar de la complejidad del concepto, lo entendemos todo, al igual que Louise, y eso nos deja, al llegar al final del metraje, una magnífica sensación de novedad y perfección.
Villeneuve nos transforma en Louise, y así cuando ella comienza a “entender”, nosotros también lo hacemos, y por eso finalmente casi nos da ganas –como hace Louise- de agradecérselo a los heptápodos -los extraterrestres que han llegado a la Tierra y con quienes intentan comunicarse los humanos para averiguar el motivo de su presencia-, como si fueran ellos y no el director los que nos hubiesen permitido “ver” el tiempo/la película de esa manera.
En "La llegada", el principio es el final, y el final es el principio, al igual que los signos lingüísticos de los heptápodos, círculos imperfectos y diferentes entre sí que no se rigen por el sentido de lectura secuencial del lenguaje terrestre.
Al aprender este lenguaje, Louise es capaz de percibir la realidad de una manera simultánea, rompiendo la relación causa-efecto del tiempo. Louise puede percibir toda la realidad temporal a la vez: no se anula el concepto de tiempo, pero se percibe de una manera distinta. Esto pone de manifiesto que nuestra realidad no es un término absoluto, si no relativo, y que la manera en el que la entendemos depende de los instrumentos –en este caso el lenguaje- con el que nos aproximemos a ella. En ese sentido, la propia película de Villeneuve es un acercamiento de nosotros mismos a esa nueva realidad-tiempo que descubre Louise, es como si el director nos regalase a nosotros lo que los heptápodos le regalan a Louise.
"La llegada" se nos aparece disfrazada de un relato de ciencia ficción –que lo es- con acción y suspense. Pero por detrás nos cuela un mensaje muy humanista y de “lección-de-vida”. El comienzo de "La llegada" -al igual que en el relato de Ted Chiang- parecer pasado en un primer momento, pero es futuro. Louise nos está contando (presente) lo que le pasará (futuro), como si ya le hubiese pasado (pasado). Gracias a haber aprendido el lenguaje extraterrestre, ahora todo su tiempo es simultáneo. Louise ya sabe que, si le dice “sí” a su pareja, Ian (Jeremy Renner), tendrá una hija que morirá, pero, aun así, decide vivir esa vida.
Esta segunda línea argumental, la del drama psicológico, queda prácticamente solapada por la primera, la de la evitación de un conflicto internacional –que no ocurre en el relato original-, pero es de una gran importancia a nivel temático.
En el escrito de Chiang, Louise se pregunta: “Desde el comienzo sabía cuál era mi destino, y elegí mi camino de acuerdo con él. Pero, ¿estoy viajando hacia un extremo de alegría, o de dolor?”. Con la elección de vivir una vida en la que ya sabe que va a suceder un suceso trágico, Louise nos manda el mensaje de que en la vida va a haber dolor, siempre, es inevitable; pero el viaje es tan formidable, que vale la pena vivirlo. Louise, a la vez que ha aprendido el lenguaje de los heptápodos –o quién sabe si derivado de él-, también ha asimilado que la experiencia vital es lo valioso, y que esto sobrepasa con creces todo lo que pueda suceder, sea bueno o malo.
El dolor no se puede anular, y no por haber dolor tenemos que dejar de vivir el resto de las cosas. Ese mensaje queda en un –aparente- segundo plano, pero sin duda es lo que eleva la película a un nivel de calidad cinematográfica y narrativa superior.
Por otra parte, otro gran valor de "La llegada" reside en que, a diferencia de la mayoría de la producción cinematográfica actual, el espectador se hace muy partícipe de lo que ocurre en la película.
Esto es así hasta el punto de que llevamos a cabo un cuestionamiento sobre nuestra mirada, sobre cómo construye el mundo a través de ella, sobre el poder de manipulación del lenguaje, de la información, y de la comunicación.
Villeneuve entiende que su película, sus imágenes, al igual que el lenguaje de los heptápodos, están también enseñando al espectador una manera de “entender” el mundo, porque, en el fondo, la imagen también es información, también es lenguaje.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Soy leyenda (Richard matheson, 1960)


Escrita en 1954 por Richard Matheson, El libro se desarrolla en una versión postapocalíptica de la ciudad de Los Ángeles, comprendida entre el año de 1976 y 1979. El protagonista, Robert Neville, ha sobrevivido a una pandemia provocada por una guerra biológica que ha arrasado con todas las personas que había en la Tierra; sin embargo, estos no están muertos, sino que se han convertido en portadores de una bacteria que produce los clásicos síntomas del vampiro mítico, dividiéndose en dos clases: los infectados -quienes en vida contrajeron la bacteria- y los vampiros, los muertos que resucitaron gracias a la bacteria. Matheson nos ofrece una aproximación científica y real al mito del vampiro, con un desarrollo y desenlace originales, sorprendentes e innovadores, que nos hace reflexionar sobre la condición humana, su lugar en la naturaleza y su devenir futuro.
  •   La mujer sacudió débilmente una mano ante su cara. —Un mosquito —dijo con una mueca. 
  •       Las bacterias podían explicar a los vampiros.
  •       Las moscas y mosquitos también eran responsables. Extendiendo la enfermedad y haciéndola correr por el mundo.
  •       Sí, las bacterias podían ser la explicación de muchas cosas: el encierro durante el día y el estado de coma provocado por los gérmenes para protegerse de la luz del sol.
  •       Y se le había ocurrido una nueva idea: las bacterias podían ser la fuerza misma del vampiro.
  •       Sintió que un escalofrío le recorría la espalda. ¿Era posible que el mismo germen que mataba a los vivos animara a los muertos?
  •       Hay hechos indiscutibles. Hay un germen, contagioso, al que la luz solar lo mata; el ajo es un arma contundente. Algunos vampiros duermen en la tierra; las estacas clavadas en el corazón los destruyen. No se transforman en lobos o murciélagos, pero el contagio puede salpicar a ciertos animales, que se convierten también en vampiros.
  •       El temor a ser repelidos por un símbolo adorado resucitaba, extendiéndose así el miedo a dicho símbolo (la cruz). Los vampiros arrastrados por antiguos temores se repugnaban a sí mismas, corriendo un tupido velo en la mente (espejos). Se convertían, pues, en esclavos solitarios de la noche, almas perdidas y agobiadas, que buscaban descanso en la tierra nativa para sentirse unidos a algo, a cualquier cosa (dormir en la tierra).
  •       ¿El agua? Sólo era la aceptación de una leyenda.
  •       —Es un germen. Una bacteria cilindrica. Introduce en la sangre una solución isotónica. La circulación de la sangre se ralentiza. El bacilo vive en la sangre. Sin ella los bacteriófagos lo matan, o pasa al estado de espora.
  •       Citó el ajo como elemento alérgico y otros síntomas de la enfermedad.
  •       —Robert Neville —dijo—, el último representante de la vieja raza.
  •       No podemos permitir que los muertos persigan a los vivos. Deben ser destruidos. Así como quien mata a los muertos y a los vivos.
  •       Te tienen miedo, Robert, te odian. Y quieren que pagues con tu vida.
  •       Neville los observó serenamente. Y de pronto comprendió: Yo soy el anormal. La normalidad es un concepto mayoritario. Norma de muchos, no de uno solo.
  •       Neville los observó serenamente. Y de pronto comprendió: Le tenían miedo. Ellos le veían como un monstruo terrible y desconocido, de una malignidad más odiosa que la de la plaga. Un espectro invisible que como prueba de su existencia sembraba el suelo con los cadáveres desangrados, de sus seres queridos. Y entonces dejó de odiarlos.
  •       Neville observó a los nuevos habitantes de la tierra. No era uno de ellos. Semejante a los vampiros, era un anatema y un terror oscuro que debían eliminar y destruir.
  •       (Era)Un nuevo terror nacido de la muerte, una nueva superstición que invade la fortaleza del tiempo. Soy leyenda.