lunes, 24 de enero de 2022

Los protas son pobres, la niña ratón no




(Este artículo contiene spoilers)

  Los protas son pobres, la niña ratón no. Esta frase explica todo lo que ocurre en la magnífica serie de animación “Cortar por la línea de puntos” (Zerocalcare, 2021).

  En el capítulo 5 el protagonista se encuentra a la salida de un cine con la que fue su antigua alumna de clases particulares, la niña ratón. Zero se pregunta si la niña se va a presentar a la selectividad y ella le responde que se ha sacado la carrera de literatura y está trabajando en una editorial.

  Después de sufrir esta bofetada de realidad tanto temporal como académica, Zero se pregunta cómo es posible que esa niña a la que él le daba clases y que no era muy espabilada se haya sacado una carrera y esté trabajando (y probablemente tenga ya un piso en propiedad -de sus padres- y esté viviendo con su novio con planes de boda en el horizonte) y él sigue “rebozándose en el mismo fango”.
  Él y todos sus amigos diría yo: el que no hacía mucho en clases y solo comía -y come- helado y que ahora se dedica al póker online para poder sobrevivir, la que soñaba con ser profesora desde niña y ahora es camarera, y la que tiene un máster y un doctorado en matemáticas, y que se tiene que volver de Roma a su pueblo natal porque “no ha encontrado su sitio”, y termina deprimida y suicidándose. 

  Pues la respuesta a la pregunta querido Zero, es que vosotros sois pobres, y la niña ratón, que se va a pasar sus vacaciones a su casa de la playa en Ansedonia, no.

  Toda esa precariedad, toda esa melancolía que recorre la serie se refiere a eso: a que el mundo no está hecho para vosotros, sino para la niña ratón. O peor aún, está hecho para que vosotros seáis unos siervos de la niña ratón, con todo lo que eso conlleva para vuestra salud física y mental.

  Pero tú ya lo sabes, lo que pasa es que supongo que los productores no te dejaron profundizar sobre ello.

  Y así, entre melancolía y ralladuras mentales, llegamos al final, dónde te preguntas -y te das cuenta- si las vidas de los demás tampoco son perfectas, como la tuya y la de tus colegas, y sí, tienes razón, nadie tiene una vida perfecta, nadie está milimétricamente bien recortado por esa línea de puntos que le da título a la serie, solo que los recortes de algunos se desvían solo un poco, y los de otros parten el dibujo totalmente por la mitad.

  Y por mucho que cualquier trozo de papel dónde están dibujadas esas expectativas de vida que se dan de bruces con la realidad, sea bueno para quemar y calentarse, no nos deberíamos contentar solo con eso. Porque, aunque “así es la vida”, ese “así es” no es igual para todos, y siempre es mucho peor para los mismos.

  No deberíamos conformarnos con ese calorcito del “es lo que hay”, sino luchar por cambiar las condiciones materiales que hacen que una niña ratón poco espabilada “juegue en el equipo de la gente ordenada y tranquila” y una niña doctora en matemáticas, un niño con talento para el dibujo y una niña profesora que tiene que trabajar de camarera, jueguen en el de los fracasados con problemas mentales porque no encajan en la sociedad. Una sociedad en la que las piezas del puzzle han sido esculpidas para niñas ratón, no para gente como ellos.

  Para muchos, ese calor que desprende el fuego resultante de quemar nuestros sueños rotos, no es suficiente para calentarse. Y no es porque nuestros sueños fueran muy grandes, no, muchas veces eran solo “tener un lugar donde vivir y poder pagar las facturas”, es porque una estructura social injusta e incompatible con la vida nos escupe para afuera. Y cuando digo incompatible con la vida no exagero, los datos están ahí: hoy en día, por mucha formación que tengas y aunque hayas alcanzado el trabajo para el que te habías formado, un alquiler se lleva como mínimo el 40% de tu salario (en ocasiones hasta el 93%). Hoy en día, el vivir en un contexto socioeconómico precario es el principal factor de riesgo para sufrir problemas mentales. Hoy en día, los hijos de los pobres no pueden escalar socialmente, el ascensor social está averiado para ellos y no hay servicio técnico que lo repare. Hoy en día, el que nace pobre muere pobre, y por supuesto, el que nace rico muere rico, independientemente de su inteligencia, talento, esfuerzo y formación.

  Esto es una realidad.

  El rollo de la meritocracia y el esfuerzo es una nueva religión porque tiene sus características definitorias: vender falsas esperanzas y fundamentarse en un relato fantástico sin evidencias científicas.

  A la hora de la verdad pesan mucho más las herencias, el capital relacional -forma eufemística de llamar a los contactos y enchufes- y la familia en la que nazcas que todos los doctorados, másteres, ingenierías, licenciaturas y matrículas de honor que tengas.

  Este sistema, además de ser indecente por machacar psicológica y económicamente a la clase trabajadora que no posee capital, ni herencias, ni viviendas, ni familias estructuradas, va en detrimento del progreso social y económico de una sociedad: social porque la estabilidad de un 1% se sustenta en la explotación -física y psicológica- del otro 99%, lo que provoca muertes por accidentes laborales, depresiones y suicidios, y nos sitúa como sociedad al nivel del feudalismo; y económico porque toda esa inteligencia de los pobres que no están trabajando donde deberían y que acaban sumidos en el pozo de la mala salud mental, ya nunca más va a contribuir al avance de la sociedad, que seguirá estando regida por niñas ratón que tenían dificultades de comprensión lectora cuando iban a clases particulares; pero eso sí, tenían un gran capital relacional.

Referencias: