Una obra maestra con todas las letras. Un
estilo fluido, dinámico y perpetuo. Un vocabulario enorme, rico original y
natural. Todo encaja perfectamente en esta historia fantástica que discurre sin
ningún tropiezo, como llevada por una brisa melódica e imperturbable.
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La vegetación fue cada vez más
insidiosa y se hicieron cada vez más
lejanos los gritos de los pájaros y la bullaranga de los monos, y el mundo se
volvió triste para siempre.
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Era una buena noche de junio,
fresca y con luna, y estuvieron despiertos y retozando en la cama hasta el
amanecer, indiferentes al viento que pasaba por el dormitorio, cargado con el
llanto de los parientes de Prudencio Aguilar.
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Fueron dos novios dichosos entre la muchedumbre, y hasta llegaron
a sospechar que el amor podía ser un sentimiento más reposado y profundo que la
felicidad desaforada pero momentánea de sus noches secretas.
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Al primer contacto, los huesos de
la muchacha parecieron desarticularse con un crujido desordenado como el de un
fichero de dominó, y su piel se deshizo en un sudor pálido, y sus ojos se
llenaron de lágrimas y todo su cuerpo exhaló un lamento lúgrube y un vago olor
de lodo.
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La imagen de Remedios, la hija
del corregidor, que por su edad hubiera podido ser hija suya, le quedó doliendo
en alguna parte del cuerpo.
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Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse
cuando una potencia ciclónica asombrosamente regulada la levantó por la cintura
y la despojó de su intimidad con tres zarpazos, y la descuartizó como a un
pajarito. Alcanzó a dar gracias a dios por haber nacido, antes de perder la
conciencia en el placer inconcebible de aquel dolor insoportable, chapaleando
en el pantano humeante de la hamaca que absorbió como un papel secante la
explosión de su sangre.
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No entendía como podía llegar al
extremo de hacer una guerra por cosas que no pueden tocarse con las manos.
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Y entonces sintió la mano sin la venda negra buceando como un
molusco ciego entre las algas de su ansiedad
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Quiere decir –sonrió el coronel
Aureliano Buendía cuando terminó la lectura- que sólo estamos luchando por el
poder.
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En la resaca de un mundo acabado,
del cuál sólo quedaba la nostalgia.
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El mundo habrá acabado de joderse
el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón
de carga.
"Había tenido que promover 32 guerras y había tenido que violar todos sus pactos con la muerte y revolcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con casi 40 años de retraso, los privilegios de la simplicidad"
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