Jérome,
el protagonista de esta maravillosa película dirigida por el crítico
reconvertido a director de cine, Eric
Rohmer, está completamente perdido dentro de su –falsa- identidad. No sabe
quién es, o evita saberlo, forjando así una
imagen idílica que luego es la que transmite una y otra vez a sus acompañantes.
Todo en él no es nada más que una portada de revista, una falsa humildad, una
falsa identidad de cara a la galería. Lo
que no me queda claro es si es deliberado o simplemente un mecanismo
inconsciente para protegerse de su yo verdadero, el cual no es de su agrado.
Ya solo
por el título, esta película resulta atractiva. La rodilla de Claire es el
último de los cinco cuentos morales de Rohmer, y en él se escudriñan las sutilezas de comportamiento de un hombre
maduro “decidido” a dedicar su vida a la mujer que ama, o eso es lo que él
piensa. Porque a lo largo de la película vamos descubriendo -a la vez que él-
la realidad de la situación.
Este
elegante diplomático –Jérome- pasa el verano en el lago Annecy, al término del cual se casará con su prometida, "la única mujer que ama". Cuando está allí, se
encuentra por casualidad con una novelista rumana que lo lleva a conocer la
familia con la que está viviendo. En la casa de la escritora se topará con las
hijas de la dueña de la hacienda, dos
mediohermanas de dieciséis y diecisiete años que trastocarán sus planes de vida
y, en el fondo, su persona; o al menos la persona que él cree -y le gustaría-
ser.
De una
manera sutil pero firme, Rohmer nos está
hablando del ser humano, y más concretamente del hombre. De lo que es y de lo que aparenta ser una
vez embadurnado por el manto de lo "socialmente correcto". No
todos los hombres son como Jerome, pero sí hay muchos hombres que ocultan ser
Jerome. Mientras todo está bajo control
y como ellos consideran que deben ser las cosas, todo es correcto. Pero
basta un pequeño traspiés para que pasen
al ataque se revelen tal como son, y alteren y manipulen y tergiversen las
situaciones para que todo vuelva a estar bajo su dominio.
En la
película, la presencia de Claire y su total indiferencia hacia Jerome -por otra
parte, totalmente normal- son ese punto
de inflexión. El ser ignorado por la joven, mancilla enormemente el ego de casanova de Jérome. Su interior se va
turbando, al igual que las aguas del
lago en el que veranean, hasta que la contemplación próxima de la rodilla
de Claire hace que termine por estallar, y mostrarse tal cual es. De todos modos, el resquebrajamiento del
protagonista nos lo muestra Rohmer sin hacer ruido, suavemente, con delicadeza,
casi sin que el espectador se percate de que la oscuridad va dominando la cinta... Ahí radica parte de la genialidad de la película.
Toda la
historia es una gran metáfora sobre el poder, la conquista, el sometimiento, y la posesión sexual. En la
película no llega a "pasar" nada, pero
lo que ocurre, es siempre una alegoría de lo que podría pasar -o de lo que está en mente de todos que podría pasar-. Al igual que la
idea de sí mismo que tiene Jerome, todo es mentira, pero todo es real. Las
imágenes bonitas, los diálogos literarios, la luminosidad, los colores
saturados, la alegría imperante… todo eso nos despista, pero de lo que realmente nos está hablando Rohmer es de uno de los
aspectos más oscuros y primitivos del alma humana.
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