Te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos. Los cronopios no se desaniman. Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios. Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. Otro fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades. Así viajan los famas.
Los cronopios sin embargo, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: “no vayas a lastimarte”. Los famas, para conservar sus recuerdos los embalsaman, los fijan con pelos y señales, y los etiquetan.
Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.
Un cronopio iba a lavarse los dientes junto a su balcón, y poseído de una grandísima alegría al ver el sol de la mañana, apretó enormemente el tubo de pasta dentífrica y la pasta empezó a salir en una larga cinta rosa. […]Los famas se indignaron ante esta increíble inconsciencia del cronopio, y decidieron nombrar una delegación para que lo imprecara inmediatamente.
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