martes, 13 de diciembre de 2016

Zen. El arte de escribir (Ray Bradbury, 1990)





Maravilloso libro sobre el arte de escribir. Escrito desde un punto de vista emocional, no técnico, "Zen, el arte de escribir", es un canto a la labor artística de escritor, a la vocación, a la necesidad de comunicar algo, al talento. Talento que si no es ejercitado, morirá antes de ver la luz. Mi selección de frases:

¿De dónde saqué el valor para rebelarme, cambiar de vida, vivir solo?
-       Grita. Salta. Juega. Deja atrás a esos hijos de puta. Ellos nunca vivirán como tú. Anda, hazlo.
-       ¿Y qué se aprende escribiendo?, preguntarán ustedes. Primero y principal, uno recuerda que está vivo y que eso es un privilegio, no un derecho. Una vez que nos han dado la vida, tenemos que ganárnosla. La vida nos favorece animándonos y pide recompensas.
-       No escribir, para muchos de nosotros, es morir.
-       Si no escribiese todos los días, uno acumularía veneno y empezaría a morir, o desquiciarse, o las dos cosas.
-       Uno tiene que mantenerse borracho de escritura para que la realidad no lo destruya.
-       Son los hijos de los dioses. Sabían divertirse trabajando.
-       Sólo lo siguiente: si uno escribe sin garra, sin entusiasmo, sin amor, sin divertirse, únicamente es escritor a medias.
-       Para cortar y reescribir ya habrá tiempo mañana. Hoy, ¡estalle,
-       Entonces se pierde una buena diversión. La diversión de la ira y el desencanto, de amar y ser amado, de conmover y ser conmovido por este baile de máscaras en el que giramos desde la cuna hasta el cementerio.
-       La vida es corta, la desdicha segura, la muerte cierta.
-       A partir de los doce años escribí al menos mil palabras por día.
-       Volví a casa aturdido, chocando con los árboles. Tardé meses en superar el horror de la escena.
-       Sólo cuando había hablado cinco o seis minutos, y encendido la pipa, volvía de pronto la antigua pasión, los días pasados, las viejas melodías, el tiempo, la apariencia del sol, el sonido de las voces, los furgones surcando la noche profunda, los barrotes, los raíles estrechándose detrás en polvo dorado a medida que adelante se abría el Oeste.
-       De pronto La Musa se había presentado a papá.
-       La Verdad se le acomodaba en la mente.
-       El Inconsciente se ponía a decir lo suyo, intacto, y le fluía por la lengua.
-       Cuando se les entibiaban las almas, todos eran poetas.
-       La timidez o el recuerdo de las críticas pueden endurecer a la persona media de modo que cada vez sea menos capaz de abrirse.
-       No dé la espalda, por dinero, al material que ha acumulado en una vida.
-       Para alimentar a su Musa, pues, es preciso que usted siempre haya tenido hambre de vida, desde niño. De lo contrario es un poco tarde para empezar. Claro que mejor tarde que nunca. ¿Aún se siente dispuesto?
-       De ser así, tendrá que dar largos paseos nocturnos por su ciudad o su pueblo, o paseos de día por el campo. Y largos paseos, a cualquier hora, por librerías y bibliotecas.
-       La primera vez que decidí una carrera fue a los once años: sería mago y recorrería el mundo con mis hechizos. La segunda vez fue a los doce, cuando para Navidad me regalaron una máquina de escribir. Y decidí hacerme escritor. Y entre la decisión y la realidad hubo ocho años de escuela y colegio, y de vender periódicos en una esquina de Los Ángeles, mientras escribía tres millones de palabras.
-       Yo necesitaba esa aprobación. Todos necesitamos que alguien más alto, más sabio, más viejo nos diga que a fin de cuentas no estamos locos, y que lo que hacemos es correcto.
-       Hacia los catorce o quince años, mucha gente ya ha sido apartada de sus amores, de sus gustos antiguos e intuitivos, uno a uno, hasta que al llegar a la madurez no les queda nada de alegría, de garra, de entusiasmo, de sabor
-       A continuación pensé: éstos no son amigos; estos que me hicieron romper las tiras y así me rompieron la vida por el medio; son enemigos
-       Desde aquella vez nunca le he prestado atención a nadie que criticara mi gusto por los viajes espaciales, las barracas de feria o los gorilas. Cuando esto ocurre, meto mis dinosaurios en el bolso y me voy de la habitación.
-       Porque soy esa rareza de feria, el hombre con un niño dentro que lo recuerda todo.
-       En la segunda semana de agosto de 1945 envié tres cuentos a varias revistas. El 20 de agosto vendí uno a Charm, el 21 de agosto otro a Mademoiselle y el 22 de agosto, día de mi vigésimo quinto cumpleaños, vendí otro a Collier's
-       ¿cómo empecé? A partir del año del Señor Eléctrico, escribí mil palabras al día. Durante diez años escribí por lo menos un cuento a la semana
-       Si su muchacho es poeta, en el estiércol de caballo no encontrará sino flores; que son, por supuesto, lo único que ha habido siempre en el estiércol de caballo.
-       Me veo a mí mismo, los ojos llenos de lágrimas porque era el final, la noche se había acabado, y sabía que nunca volvería a haber una noche así.
-       Atravesé el país, cuatro largos días con sus noches en el autobús Greyhound, fermentando en una gran bola de hongos, mientras atrás, en Los Ángeles, quedaba una esposa embarazada con 40 dólares en el banco y delante, en la calle 42, me esperaba la YMCA (5 dólares a la semana).
-       Muchas gracias pues a ellos por esa incursión a Manhattan, que resultó ser un viaje de cuarenta y tres años a otro mundo.
-       Espero que no nos pongamos demasiado serios, porque, si la dejamos moverse entre nosotros a sus anchas, la seriedad es la Muerte Roja
-       Demasiadas veces, por la noche, me han parado policías que me preguntan qué hago andando por la acera
-       Tenemos el arte para que la verdad no nos mate. O, peor aún, se nos ocurre trabajar por dinero.
-       Mil o dos mil palabras por día durante los próximos veinte años
-       El único fracaso es detenerse
-       A mí, Weird Tales me ha rechazado cuentos que después envié y vendí a Harper's.
-       Planet Stories me ha rechazado cuentos que vendí a Mademoiselle.

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