Maternar: experiencia límite y transformadora que ya quisieran Lou Reed y Albert Pla para sus lados más salvajes de la vida.
La de nuestra cotidianidad, la de nuestras luchas diarias, épica sin portadas.
Huía del miedo atávico a dejar de ser yo, del pánico a desaparecer como escritora y como lectora, de quedarme sin amigas, de verme recluida en el nuevo hogar, de descolgarme del mundo laboral.
¿Se acaba alguna vez el agotamiento y la frustración de la crianza cuando la vida no está hecha para cuidar?
Tengo la sensación de que nos estamos despegando trocitos de patriarcado con los dedos mientras aceptamos un baño de barniz neoliberal
El derecho a la diferencia termina provocando la disputa entre identidades, dañando las libertades de quienes no encajan en la nueva moral.
El 90% de las mujeres entre 30 y 34 años que no han tenido hijos señalan razones laborales y económicas, y casi el 85% en la franja de edad de los 35 a los 39 años indican lo mismo.
España es uno de los países europeos con mayor brecha entre el número medio de hijos deseados y el número medio de hijos que realmente se tienen.
Los jóvenes que tienen cierto nivel de bienestar se lo pensarán más antes de tener hijos para proteger ese nivel de bienestar al que están acostumbrados.
Existe un desfase monstruoso entre el reloj biológico y el reloj social.
El acceso a congelación de óvulos y tratamientos de fertilidad o inseminación artificial suele oscilar entre los veinte mil y los cincuenta mil euros.
El lenguaje neoliberal es emocional, inspirador, empoderante y pútrido.
El capitalismo coloniza nuestros deseos y nuestros derechos.
Un presente de precariedad e incertidumbre condiciona y marchita mis expectativas y decisiones. Me pienso madre, pero no lo soy. Me asusto. Me pienso sin hijos. Me asusto de nuevo.
Hay una pregunta que siempre me pareció sorprendente ¿Trabajas para vivir o vives para trabajar? Como si tu clase social no la respondiera por sí sola.
Hagas lo que hagas siempre hay algo que falta: el sueldo, el tipo de contrato, las condiciones laborales, la seguridad, el horario, las distancias que tienes que recorrer.
Inicias tu vida laboral en un trabajo precario, que consideras temporal, y después ese trabajo se vuelve permanente.
A las veinticuatro horas de parir a Leo estaba frente al ordenador trabajando como cualquier otro día.
Cuántas personas pueden dedicarse a lo que les gusta por mucho que lo busquen cada día?
La clase social es el factor que mejor explica la realidad social de las familias.
Hasta el mundo anterior a la covid-19 veíamos como normal un trabajo tipo de nueve a seis, con cero flexibilidad, obligándonos a ir todos los días a una oficina y a chuparnos atascos y horas de transporte público, pero era una anormalidad.
Volver a la vida estresante a los tres meses y medio, como si nada hubiera pasado, cuando tu vida ha cambiado para siempre.
La epidemia de salud mental no es un problema personal, sino del sistema.
Se patologiza el sufrimiento ocasionado por los malestares emocionales de las mujeres derivados de la precariedad, la soledad o la discriminación.
El autocuidado no siempre es compatible con los ritmos a los que se nos obliga y con los contextos de todas las mujeres.
Dolor son esos niños a los que se les da un paracetamol para ocultar la fiebre y que el sistema siga girando.
Las decisiones que tomamos en la maternidad a menudo sufren el atosigamiento de la subjetividad de los demás.
En la maternidad la culpa no caduca: sentimos que hemos hecho algo mal incluso cuando lo estamos haciendo lo mejor que podemos.
Cuando pienso en esos momentos la nostalgia me parte en dos […] veo en aquella niña la inocencia de quienes aún están en el tiempo sin ser conscientes de su paso desaforado.
De repente tomas consciencia de que has acabado asumiendo los fracasos de la sociedad como propios.
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