Ese no poder disponer del propio tiempo, sostiene Standing, «iría en detrimento de la democracia deliberativa y dejaría la impartición de justicia exclusivamente en manos de los ricos»
La palabra «escuela» proviene precisamente de σχολή, con la que Aristóteles se refería en su Ética a Nicómaco al tiempo libre que podemos dedicar al conocimiento y al desarrollo de la virtud. Muy al contrario, hoy se quiere convertir los espacios educativos en centros que exportan trabajadores, con lo que se expropia al estudiantado de lo fundamental: su tiempo para reflexionar y conocer.
Solo una imaginación libre es capaz de crear nuevas posibilidades de realidad
Nuestra imaginación ha sido transformada en una creatividad domesticada que solo se usa para ser más útiles y eficientes.
Si solo existe el cortoplacismo no hay lugar para la reflexión pausada y atenta, que se desecha por inservible o, peor, prescindible
Nos sentimos cada vez más desarraigados a causa de «un creciente sentimiento de insatisfacción, descontento y desasosiego» porque ya no podemos vivir en lo que hay, en el presente, sino que nos nutrimos enfermiza y vorazmente de promesas que se encuentran «en las tinieblas» de un futuro «en que se aguarda el auténtico amanecer»
Medios de comunicación y partidos políticos se encargan de mantener azuzada nuestra voluntad para que nunca descanse, para empujarnos a transitar nuestra vida a través de un capcioso estado de intranquilidad que nos arrastre incesantemente de un anhelo a otro
Se busca diseñar «un yo orientado al corto plazo, centrado en la capacidad potencial, con voluntad de abandonar la experiencia del pasado»
El detractor de semejante extractivismo emocional, quien practica la resistencia intelectual contra el totalitarismo emocional del «si quieres, puedes», es juzgado como un paria que no ha sabido adaptar sus ideas y conductas a las necesidades actuales
Jung asegura que por todas partes asistimos a «mejoras progresivas» presentadas «mediante nuevos métodos o gadgets», los cuales «resultan a primera vista verdaderamente convincentes, pero dudosos en cuanto a su duración y en todo caso se pagan muy caros. En ningún caso incrementan el bienestar, la satisfacción o la felicidad».
"omnis festinatio ex parte diaboli est" (toda prisa proviene del diablo)
Nuestra imaginación ha sido el precio a pagar por la exposición continua a un sinfín de estímulos: la capacidad para imaginar otros modos de vivir ha sido raptada paulatinamente por los estándares productivistas de rapidez y eficacia.
Suele condenarse injusta y precipitadamente la imaginación como una disposición que nos aleja y desvincula de la realidad. Aunque quizá no haya más realidad, al menos más propia y habitable, que la que podemos imaginar.
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