domingo, 29 de noviembre de 2020

No logo (Naomi Klein, 1998)




El modelo económico que domina el mundo no es el “libre mercado” sino el “capitalismo de compinches”.

Las multinacionales están carcomiendo los países más pobres y atrasados del mundo para acumular beneficios inimaginables.

La tercera parte de los empleados de Bill Gates están clasificados como temporales.

El origen de las zapatillas nike son los infames talleres de Vietnam, el de las ropitas de la muñeca Barbie, el trabajo de los niños de Sumatra; el de los cafés de Starbuck en los cafetales ardientes de Guatemala y el del petróleo de Shell, en las miserables aldeas del delta del Níger.

Lo principal que se produce en estas empresas no son cosas, son imágenes de marca.

El producto siempre es secundario al producto real, que es la marca.

Los espacios públicos sin marcas están desapareciendo.

Los niños de hoy están dispuestos a pagar para ser aceptados. La presión de los coetáneos es una poderosa fuerza de mercado.

Cuando las hamburgueserías y los fabricantes de ropa deportiva y de ordenadores se encargan de compensar estas carencias educativas, traen consigo sus propios programas educativos.

Es frecuente ver agrupaciones de tiendas de Taco Bells, FKC, Starbuck y PizzaHut dentro de las instalaciones de las universidades.

La verdad no es relativa, porque si la verdad es relativa, ¿quién puede decir que los diálogos de Platón tienen más “autoridad” que Anastasia de la Fox?

Las universidades son el único espacio que queda donde los jóvenes pueden ver cómo se vive una auténtica vida pública.

Estos espacios deberían ser como reservas naturales, demostrar que los espacios sin marcas todavía son posibles.

No aparecieron las revoluciones, aparecieron los centros comerciales.

Cuatro ancianos y dos personas mayores se privan de todo para que un niño pueda convertirse en un clon de la MTV.

El márketing intenta crear un concepto de nacionalidad que no es estadounidense ni local, sino que reúne a los dos por medio de las compras.

Todo el mundo, menos los que ocupan los puestos superiores de la élite empresarial, gana menos.

El 8 de marzo, día internacional de la mujer, se seleccionó para conmemorar el aniversario de la manifestación de 1908 en el que las obreras de la industria del vestido recorrieron las calles de Nueva York para protestar contra las pésimas condiciones de trabajo, contra el trabajo infantil, las jornadas laborales de doce horas y los salarios paupérrimos.

Los dibujos animados y los anuncios de las hamburgueserías hablan a los niños con una voz tan seductora que los padres no pueden competir con ellas. Todos los pequeños quieren tener entre las manos un trozo del mundo de los dibujos animados.

Robbie Fowler fue sancionado por hacer “publicidad” de la lucha obrera de los estibadores de Liverpool.

La censura no es una imposición férrea, sino una tendencia firme, claramente intensificada por las sinergia y la creciente importancia de la protección de las marcas.

Empresas con ganancias del 100% escarban el planeta para encontrar fábricas en el tercer mundo capaces de manufacturar productos tan baratos que esa ganancia sea del 400%.

La producción no es la piedra fundamental del imperio de las marcas, sino una tarea fastidiosa y marginal.

En Asia, la zona de las empresas es una economía libre de impuestos, independiente de los gobiernos municipal y provincial; un estado militar en miniatura dentro de una democracia.

Las zonas tienen una jornada laboral larga (14 horas en Sri lanka, 12 en Indonesia, 16 en China, 12 en Filipinas); la mayoría son mujeres, siempre jóvenes y siempre trabajan para subcontratistas de Corea, Taiwan o HOng Kong. La gestión del personal es de corte militar, los sueldos están por debajo del nivel de supervivencia y el trabajo es poco cualificado y tedioso.

Quieren convertir el Tercer Mundo en una enorme zona de libre comercio llena de plantas de montaje que ni siquiera pagan impuestos –Fidel castro

Las costureras se ven obligadas a orinar en bolsas de plástico, bajo las máquinas. Está prohibido hablar y sonreír.

A las mujeres les hacen contratos de 28 días, les hacen pruebas para saber si han tenido la regla, y no las contratan si están embarazadas.

La opinión de los "economistas" es que el aumento de este tipo de empleos es una noticia enormemente buena para los pobres de todo el mundo.

El presidente de Indonesia pidió a sus ciudadanos que ayudaran a mantener las reducidas reservas de arroz del país ayunando dos días por semana.

Las grandes empresas prefieren definirse como organizadores de grupos de contratistas antes que como proveedores de empleo.

Antes, las grandes empresas tenían un sistema de reparto de beneficios con los empleados y de un aumento del 5% cada dos años.

En McDonals son ilegales los sindicatos.

Las empresas no contratan a tiempo completo, no pagan beneficios sociales, así sus ganancias suben hasta las nubes.

La buena época económica emana de la pérdida de estabilidad laboral.

Los políticos dicen que su prioridad es el empleo, pero la Bolsa responde con vivas cada vez se anuncian despidos masivos y se hunde cuando parece que se van a dar aumentos salariales.

Las cifras de la pobreza son escandalosas dada la riqueza que existe. El progreso debe distribuirse con más equidad.

Nueve de cada diez jóvenes de EEUU piensa que lograr lo que quiere en la ida es algo que depende exclusivamente de ellos solos.

La meritocracia real está desapareciendo.

Las definiciones de la belleza femenina que muestran los medios y la publicidad aportan inseguridad y malestar a la mayoría de las mujeres.

Los anunciantes no deberían tener derecho a invadir todos los rincones e intersticios de nuestro entorno físico y mental.

Según los activistas, si los consumidores pudieran saber los méritos de los productos, podrían elegir racionalmente. Pero no fue así...

El desarrollo se está logrando a expensas de los derechos humanos.

Existe una tendencia mundial a despreciar los derechos humanos en favor del desarrollo de la economía mundial.

Las empresas son las fuerzas políticas más poderosas de nuestra época, lo que es un golpe de estado a cámara lenta.

La política económica de los gobiernos socialdemócratas es la misma: servidumbre ante las empresas.

Los trabajadores haitianos viven en tugurios infestados de malaria y disentería, y casi nunca pueden permitirse comer carne o ir al médico.

El trabajo esclavo ha vuelto, todo el mundo lo sabe, pero mira para otro lado mientras compra compulsivamente en las tiendas que lo crean.

Algunas mujeres han exhortado a sus compañeras de movimiento a no ocuparse sólo de la opresión que la industria de la belleza ejerce sobre las occidentales en tanto que consumidoras, sino que también tengan en cuenta la situación de las mujeres de todo el mundo que se consumen trabajando para que ellas puedan ser elegantes.

Desde 1950, Shell ha extraído el equivalente a 30 mil millones de dólares de petróleo de las tierras de los Ogoni. Pero el pueblo Ogoni no ha recibido un dólar, sino que mucha de su gente sigue viviendo en la miseria, sin agua corriente ni electricidad, y sus tierras y aguas han sido envenenadas.

Shell utlizó a los militares nigerianos pagándoles para aplastar las protestas de los Ogoni.

El gobierno militar nigeriano ejecutó al activista y candidato al premio Nobel de literatura, Saro Wiwa 

El vicepresidente de CocaCola declaró que esta es nutritiva porque contiene agua

Los gobiernos han dejado de obedecer a los intereses del pueblo. Solo obedecen a las corporaciones. Los ciudadanos no tienen más remedio que enfrentarse por sí mismos al poder de las corporaciones.

La lucha ha sido contra los señores feudales, luego contra los dictadores militares y ahora contra los propietarios extranjeros de las fábricas.

Las luchas ciudadanas contra las corporaciones iban bien, pero llegó el 11M y la justificación perfecta para controlar y amordazar a la población

[Los EEUU afirman] que las políticas de libre mercado son el frente económico de la guerra contra el terrorismo. Apoyar el libre comercio es patriota y antiterrorista.

[Los EEUU afirman] Quienes no están con el gobierno estadounidense y con su política económica, está con los terroristas.

La democracia de participación en el ámbito local –a través de sindicatos, barrios, ayuntamientos, granjas, aldeas o gobiernos indígenas- es el punto de partido idóneo para desarrollar alternativas.

A los terroristas no les guía repartir el poder centralizado, sino que les enfurece el no tenerlo centralizado en sus propias manos.

La batalla que antes se libraba entre el comunismo y el capitalismo, hoy se libra entre el Dios del Mercado y el Dios del Islam.





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