Solo imaginando otros mundos podemos desearlos, y por tanto, decidirnos a cambiar el mundo que conocemos.
Los niños saben que hay que cumplir las normas y que estas pueden cambiar, pero que pegar a otro niño siempre será malo, aunque todas las profesoras digan que no lo es.
Los niños tienen extraordinarias capacidades imaginativas y creativas mucho antes de que aprendan a leer y escribir, y sorprendentes capacidades de aprendizaje mucho antes de que vayan al colegio.
En ciertos sentidos, los niños son más imaginativos, inteligentes, afectuosos e incluso más conscientes que los adultos.
Los niños no son adultos deficientes.
Nuestras capacidades humanas de imaginación y aprendizaje tienen muchas ventajas: nos permiten adaptarnos a entornos más variados que ninguna otra especie y cambiar nuestros propios entornos como ningún animal puede.
Un animal que depende de la imaginación para su supervivencia tiene que disponer de tiempo para ejercitarla. Ese tiempo es la infancia.
La inhibición —la responsabilidad— tiene un inconveniente si lo que te interesa ante todo es la imaginación y el aprendizaje. Para ser imaginativo tienes que considerar todas las posibilidades que puedas, no solo las correctas o perfectas.
Un alto coeficiente intelectual está correlacionado con lóbulos frontales más moldeables y más tardíamente desarrollados. Mantener la mente abierta durante más tiempo te hace más inteligente.
Se capaz de hablar de posibilidades nos ayuda a imaginarlas.
Las emociones de los niños son más intensas y más difíciles de controlar, tanto si las causas de esas emociones son reales como si no.
El conocimiento da poder a la imaginación, lo que hace posible la creatividad.
Los niños con compañeros imaginarios les gustan las personas, incluso cuando no están con nadie.
La interacción con los demás nos permite aprender cómo funcionan las personas, y así encajar mejor socialmente.
Para los niños, los mundos imaginarios son tan atrayentes e importantes como los reales.
Los niños ven la diferencia entre el mundo real y el imaginario, pero no ven ninguna razón particular para preferir vivir en el real. Esta conducta es muy funcional desde una perspectiva evolutiva, porque permite adaptarse a nuevos escenarios y a cambios repentinos.
Los niños viven en la ficción sin ser conscientes: lo hacen porque son niños, y la biología ha diseñado a los niños para que sean así, exploradores e imaginadores de mundos posibles, aunque alguno sea totalmente improbable.
Al principio de la vida nuestro cerebro es mucho más plástico. Una vez que nos hacemos adultos, se van podando las conexiones y solo quedan aquellas ideas que tienen más probabilidades de ser importantes o relevantes para nosotros.
Un buen viajero es aquel que está abierto al azar.
La información nueva hace salir a nuestro cerebro de las vías rutinarias, y eso lo estimula como está estimulado un niño continuamente.
La experiencia consciente de la memoria autobiográfica depende de la relación causal entre nuestro yo pasado y nuestro yo actual y futuro.
Los adolescentes que sienten que no tienen futuro tienden a mostrar una conducta autodestructiva.
Nuestras primeras experiencias afectan a nuestras creencias, que, a su vez, afectan a nuestras acciones, las cuales afectan a nuestras experiencias.
Los poetas japoneses tienen una frase mono no aware por la amarga dulzura inherente a la efímera belleza. Los niños son una enorme fuente de mono no aware.
Los bebés quieren terminar con todo el sufrimiento, independientemente de en quién se localice.
Las interacciones inmediatas, íntimas y afectivas entre bebés y adultos disuelven las fronteras entre el yo y los otros.
El auténtico secreto del altruismo es tratar de aliviar el dolor de los demás aunque nosotros no lo sintamos.
Incluso los niños más pequeños diferencian entre normas y daños. Los niños piensan que romper las normas y causar daños está mal, pero que causar daño es mucho peor.
Los niños de 18 meses son empáticos y altruistas: sienten el dolor ajeno y tratan de paliarlo.
Existe un instinto fundamental para ayudar y no perjudicar que nos permite formular reglas con el fin de anular intuiciones morales determinadas evolutivamente, pero perjudiciales: los celos pueden tener base biológica, y llevarte a cometer un acto violento, pero si utilizamos nuestra corteza prefrontal, sabemos que no es correcto, y creamos una norma.
Los niños nos ponen en contacto con aspectos importantes, reales y universales de la condición humana.
La liberación de las tareas mundanas permite a los niños sumergirse en el mundo de lo posible con especial facilidad, para beneficio de nuestra especie.
miércoles, 16 de noviembre de 2022
El filósofo entre pañales (Alison Gopnik, 2009)
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