viernes, 23 de febrero de 2018

Pantomima full



The square (Ruben Östlund, 2017) 
La última película del sueco Ruben Östlund es una maravillosa crítica a todo lo que rodea actualmente al mundo del “arte”. The square (Ruben Östlund, 2017) nos muestra un mundo que hoy en día ha quedado reducido a un reducto de elitismo al que solo tienen acceso las clases sociales altas. Tanto para ejercerlo como para consumirlo. Consecuencia de ello, se ha perdido su esencia: el carácter transgresor del arte se ha esfumado, transfigurándose en postureo, donde el parecer ha cobrado más importancia que el ser. 
Como bien se apunta en uno de los múltiples sketches que conforman la película, si haces una obra de arte pero no se expone en un museo, no haces nada; pero si juntas unas cuantas latas, las pegas con celofán, le echas encima unas hojas de azafrán, y lo expones en una galería, entonces se convierte en arte, y tú en un artista. Por supuesto, para ganar caché tienes que ponerte unas gafas de pasta fosforitas y acudir en pijama a la cena de gala. Si vas en vaqueros tu obra vale menos... y no saldrás en las portadas de los periódicos. 
Basándose en esta premisa de estupidez aderezada con esnobismo y unas gotas de sensacionalismo, vemos en la cinta Östlund a gente maravillada ante montones de arena alineados sobre el suelo, que si son barridos por el personal de limpieza, se arrejuntan todos otra vez y santas pascas, total, nadie notará la diferencia. O también observamos a los responsables de márquetin hacer un vídeo promocional guiándose única y exclusivamente por las variables que han demostrado dar más clics en las redes socialesa la sazón: mendigos, niños, pelo y piel claros, y violencia-, lo que da como resultado un clip en el que una niña mendiga rubia de ojos azules vuela por los aires (sic). 
Y en medio de todo ello el genial Claes Bang como Christian, el director del museo de arte en el que se centra toda la película. Él, como el resto de personas que aparecen en la película relacionados directa o indirectamente con el mundo del “arte”, vive en este Universo ficticio –que él ha ayudado a crear, ojo, que aquí no hay víctimas, son todos responsables, la sociedad también por haberlo permitido- completamente desconectado de la realidad que le rodea. Pero es una desconexión psicológica y forzada, no física ni verdadera. A los snobs que nos muestra Östlund les encanta sentirse distintos, y así actúan y se comportan, pero la realidad es que viven en la misma sociedad que el resto de la población, y por eso todos acaban interaccionando con ese “otro mundo” de alguna u otra manera. 
De hecho, es de esta estúpida y clasista incoherencia, de este contexto antinatural de donde surgen las situaciones cómicas que constituyen el esqueleto argumental del film. 
Östlund utiliza la sátira, el absurdo y hasta el surrealismo para mostrarnos el choque de esta realidad paralela ficticia, provocada por la superficialidad y pérdida de identidad de los personajes que pueblan el museo –símbolo de ese Universo paralelo psicológico en el que viven-, y el resto de la gente con la que cohabitan. Incluso cuando interaccionan entre sí, estos personajes principales parecen desubicados, irreales, plastificados; como si cuando estuviesen fuera del museo sin representar sus papeles de “artistas” no supieran como proceder. 
Todas sus situaciones “normales” parecen forzadas, atrancadas, artificiales, sin fluidez… desde una simple conversación hasta una disculpa, pasando incluso por los encuentros sexuales. Fuera de su “teatrillo” los personajes están desvalidos, no saben como interactuar naturalmente con los demás ni con ellos mismos. 
En The square, Östlund utiliza el mundo del arte como metáfora de una sociedad en la que todos representan un papel, y nadie es uno mismo; en la que todos son muy agradables y sociales en la superficie, pero nadie sabe relacionarse ni conectar con “el otro” en profundidad; en la que todo parece real pero no es más que un holograma de poliespán; y esa desconexión la acaban pagando los más desprotegidos. 
En The square todos juegan a ser artistas, pero nadie hace arte; y cuando el verdadero arte –y el verdadero artista- se presenta ante ellos -la sobresaliente secuencia del hombre mono-, todos se escandalizan, se quedan paralizados, y acaban reaccionando con violencia. El arte ha venido al rescate y el niño/mono ha gritado “el rey va desnudo”, y se ha descubierto la pantomima. 



miércoles, 14 de febrero de 2018

Liderazgo Guaridola (Juan Carlos Cubeiro, Leonor Gallardo 2010)







· Las empresas (proyectos) que saben qué son, a dónde van y qué es valioso para ellas llegan más lejos y viven más años.
· La filosofía del Barcelona se fundamenta en dos pilares básicos: el fútbol espectacular y el compromiso social.
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· Haz de tu pasión tu profesión.
· Para ser un líder tienes que querer que la gente te siga, y nadie quiere seguir a alguien que no sabe adónde va. Joe Namath, quarterback de los New York Nets.
· La clave del éxito está en la intersección de tres círculos: lo que puedes hacer mejor, lo que dirige tu modelo y lo que te apasiona profundamente.
· El barça es una conversación infinita con el balón. Xavi Hernández
· En la Masía, los chavales lo primero que ven cuando se levantan por la mañana es el Camp nou a través de su ventana.
· El clima laboral supone el 50% de los resultados del trabajo.
· El optimista siempre tiene un proyecto, el pesimista siempre tiene una excusa.
· La urgencia le da poder y credibilidad a un proyecto de cambio.
· El deporte no te dará dinero, las matemáticas sí. Una profesora de matemáticas a un tan Michael Jordan.
· Lo que haces habla tan alto que no me deja escuchar lo que dices. O. W. Holmes
· La mente desconoce la palabra no.
· Respeta el tiempo propio: el tiempo es lo más valioso que tienes; no lo derroches en asuntos banales o de forma inconsciente.
· El momento ideal para cambiar es cuando no parece necesario.
· A los quince puse voluntad en aprender, a los treinta, me asenté; a los cincuenta supe el designio del Cielo; a los sesenta se me templó el oído; a los setenta sigo los dictados de mi corazón sin quebrantar las normas. Confucio